viernes, 20 de mayo de 2011

La Revolución Industrial, más vigente que nunca

Si hacemos memora sin duda recordaremos entre los hechos políticos, económicos, históricos y culturales más significativos que nos enseñaron en la escuela, a la Revolución Industrial. Aquella revolución que sin un gramo de ingenuidad se nos postuló como una “empresa heroica” llevada a cambo por varios países europeos y en especial por Inglaterra.
Estamos hablando de naciones que bajo el lema de “Industria y manufactura en pos del progreso mundial” instauraron los cimientos de lo que constituye hoy la sociedad posmoderna.
Sin duda, la Revolución Industrial sentó un precedente importantísimo en el ámbito de las ciencias, la tecnología y la industria. Lo que desembocó en grandes logros para el desarrollo económico a nivel global.
Se reemplaza el trabajo manual por el industrializado dando paso a lo que se denominó “producción en serie”, la misma lograba una producción eficiente y eficaz. Esto se debía a que el tiempo en que se llevaba a cabo la tarea era menor, además de la incrementación de la capacidad de producción, la reducción de los costos y el desarrollo de nuevos modelos de maquinarias mucho más modernos.
Además de lo que involucraba específicamente a la industria, la humanidad presenció otras innovaciones tecnológicas como la invención de maquina a vapor, el nacimiento del ferrocarril y la creación de las nuevas fuentes de energías imperante en ese momento, el carbón y el hierro. Todos estos cambios provocaron una mejora en las comunicaciones, en el transporte y en definitiva en la calidad de vida del hombre del siglo XIX. Hablamos entonces de un proceso económico continuo, acelerado y recíproco ya que la innovación en un sector repercutía en todos los demás.
Esto constituye a mi manera de ver un panorama un tanto acotado de lo que fue verdaderamente la Revolución Industrial. Lo cierto es que mientras el mundo se encaminaba en las riendas del progreso, cientos de personas padecían las consecuencias.
Al mismo tiempo que la industria y sus maquinarias crecían ampliamente, el rol del hombre como mano de obra era relegado al servicio de la máquina, dejando de lado las aptitudes personales. El capital humano era cada vez menos imprescindible y si se necesitaba del hombre era para su explotación y aglomeración en grandes fábricas en las que trabajaba en condiciones infrahumanas y sin recibir una remuneración digna. Las fuentes documentadas nos hablan inclusive de más de cien millones de esclavos.
De esta manera vemos como progresivamente va desapareciendo la labor artesanal y sustituyéndose por las plantas industrializadas. Podemos referirnos además a las consecuencias ambientales que generaban dichas platas industriales, la contaminación se transformó en un problema central debido a la creciente cantidad de producción y al uso de la máquina a vapor movida por la combustión de carbón.
Lo cierto es que este tipo de daños en teoría producidos en el siglo XIX son moneda corriente dos siglos después. Este tipo de perjuicios que azotan a la humanidad no sólo siguen más vigentes que nunca sino que además se ha acentuado.
Paradójicamente en el siglo XXI siguen existiendo fábricas a todas partes del mundo que albergan a millones de hombres, mujeres y niños que al igual que en la Revolución Industrial son brutalmente explotados a cambio de nada. En muchos países de Latinoamérica aún después de la sanción de tantas leyes laborales siguen persistiendo jornadas laborales insalubres, injusticias de género y hasta maltratos.
La contaminación es sin duda otro de los problemas del futuro, la tierra no sólo está manifestando su malestar mediante tsunamis, terremotos, sequías e inundaciones sino que además nos está alertando acerca de la carencia de recursos naturales que tendremos en pocos años si el hombre no hace algo al respecto. Especialista sostienen incluso que las grandes guerras del futuro serán por la energía, el petróleo y el agua.
Creemos además que aquello que en la Revolución Industrial se planteó como el incipiente “desarrollo tecnológico” ha degenerado en todo lo que hoy forma parte de lo que llamaríamos “consumismo”. El avance de la tecnología es definitivamente un beneficio para la humanidad en tanto y en cuanto mejore la calidad de vida y no se transforme en centro de la misma. El desaforado avance tecnológico hace que cualquier producto comprado, al día siguiente esté desfasado por otro mejor. Dando como resultado la imposible satisfacción de necesidades ya que éstas aumentan al ritmo de las innovaciones tecnológicas propuestas por el mercado. Lo lamentable es que este fenómeno al que se llama “obsolescencia tecnológica” o “innovación” no se circunscribe solo a la ciencia o a la tecnología sino que se ha transformado en el principio que sustenta a la sociedad posmoderna.
El desarrollo tecnológico es imparable y aparentemente la insatisfacción que genera el no poder alcanzarlo también. Quizás debamos volver a los libros de la escuela y releer cuales fueron los “buenos fines” que sustentaba la Revolución Industrial y reflexionar sobre ellos, cuestionándonos qué tanto los hemos logrado.

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